A lo largo de la historia de la música, la melodía, el ritmo y la armonía se han combinado con mayor protagonismo de uno u otro elemento. Según el elemento que predomine, se pueden establecer cuatro estilos musicales, en los que pueden hacerse numerosas subdivisiones.
- 1. Estilo monofónico. Su base es una melodía pura, sin acompañamiento de ninguna especie. El canto gregoriano y casi toda la música de la Antigüedad son monofónicos. En la actualidad, gran parte del legado musical del folclore es también de estilo monofónico.
- 2. Estilo homofónico. Consiste en una melodía con un acompañamiento armónico de otras voces o de instrumentos que se subordinan a la melodía y la refuerzan, pero nunca la oscurecen. Por ejemplo, cuando un cantante se acompaña a la guitarra. Este estilo fue muy común en el siglo XVII y lo siguen practicando en la actualidad numerosos cantautores.
- 3. Estilo polifónico. Es el resultado de varias líneas melódicas que suenan de forma simultánea e independiente y que convergen en un todo armónico. Este es el estilo que han practicado los grandes músicos a partir del siglo XIV. Desde el siglo XV, la mayor parte de la música culta es polifónica.
- 4. Estilo inmelódico. En él, la melodía no es reconocible bajo ningún aspecto. En el estilo inmelódico se enmarca la mayor parte de la música de vanguardia: concreta, abstracta, electrónica y aleatoria.
Aunque puede establecerse una sucesión histórica de estos cuatro estilos, todos ellos coexisten en la actualidad. Así, hay autores de vanguardia que siguen cultivando la línea melódica. Cada compositor se encuadra en uno de estos estilos, pero además posee rasgos peculiares que constituyen su sello o estilo personal.
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